La relación entre un gran viaje y el descubrimiento de uno mismo es un auténtico misterio. Aunque es cierto que los grandes viajes pueden tener un gran efecto en las personas, el descubrimiento de uno mismo, si es que hay uno, rara vez sigue la fórmula de «Come, reza, ama» en la que un momento mágico te lleva a una iluminación espiritual. Estoy seguro que, en ocasiones, esto puede suceder pero está lejos de lo que uno debe esperar de un viaje.
En un esfuerzo por eliminar la ambigüedad de cómo la búsqueda y descubrimiento de uno mismo se produce a través de los viajes, me gustaría hablar sobre las peceras.